domingo, 13 de noviembre de 2011

Reflexión de la experiencia

En mi paso por las instituciones, ante la realización de esta etapa de residencia, reconozco que en ambas instancias pasé por los sentimientos de alegría y de incertidumbre, debido a la ansiedad de saber qué esperaban de mí.
Fue una experiencia muy satisfactoria, que me proporcionó muchos conocimientos con respecto al trabajo dentro del aula.
Desde un principio pude entablar diálogo con los alumnos, lo que me permitió conocer sus nombres, comportamientos y preferencias en el momento del trabajo.
Soy conciente de que debo haber cometido errores. Pero considero que la práctica es un proceso contínuo, que se va constituyendo mediante el análisis de la misma, preguntándonos sobre ella, buscando respuestas adecuadas y estrategias que respondan a las situaciones presentadas.
Con respecto a los conocimientos con los que llegué a esta etapa, sostengo que básicamente sabía el qué y el para qué enseñar; pero la mayor preocupación se me presentó en el cómo hacerlo.
A lo largo de este trayecto aprendí que el interés, el entusiasmo y la valoración que manifieste el docente por lo que enseña, será transmitido al alumno, y se constituirá en un factor motivador para el aprendizaje.
En cuanto a la relación con las docentes que ofrecieron su cátedra, estoy altamente agradecida con ellas, porque desde el primer día se pudo establecer un vínculo afectivo y profesional, que correspondió a la expectativa que tenía: que fueran una guía, compañera y mediadora entre los alumnos y yo. Ambas me brindaron comentarios justos, en los momentos adecuados.
Aprendí que el ser docente implica no sólo adquirir conocimientos y destrezas, sino que se contruye a partir de la práctica y la reflexión de la misma.

Educación inclusiva. Reflexión sobre el film "Rojo como el cielo"
El film “Rojo como el cielo” nos presenta la historia de un niño, que por un accidente en su casa, pierde parte de su visión, permitiéndole reconocer únicamente imágenes borrosas. Es aquí cuando comienza un arduo camino para los padres, con varias barreras para atravezar.
La primera se refiere a una ley que regía por la cual los niños ciegos no podían ir a los colegios de los chicos “normales”. Obstáculo denominado “discriminación”:
Consejo médico escolar: no puedo enviar  a Mirco otra vez a la escuela.
Padre de Mirco: ¿Por qué no? No tiene nada infeccioso.
Consejo médico escolar: su hijo no puede ir a una escuela normal, va en contra de la ley.
Finalmente, Mirco es llevado por sus padres a un nuevo colegio, donde concurren niños que tienen problemas en la vista. Allí el director les da a conocer que su hijo “aprenderá un oficio de acuerdo a sus habilidades... el problema no es lo que quiere hacer, sino qué puede hacer”.
Una grabadora y el tema de una composición: las estaciones, serán el punto de arranque de la nueva vida de Mirco. Una vida en la que narrará sin ver, contará sintiendo, agudizará otros sentidos como el oído y disfrutará de la vida viviendo y no “sobreviviendo”.
Es la no imagen, la recreación de esa imagen no vista, la que hace estallar los otros sentidos, la fantasía. Es la imposibilidad de no ver, la que obliga a "ver" de otra manera.
Este "ver" mediante la imaginación, se relaciona con el entusiasmo, la energía, el querer, el amar, el luchar, el no bajar los brazos.
Es importante recalcar que ciertos aspectos no sólo deben estimularse sino también, y más aún, no limitarse. No enseñar, no estimular, es una cosa ya bastante negativa. Limitar, negar, o no permitir, es inadmisible.
Sólo resta decir que la oscuridad es más una sensación del alma, que la carencia de un sentido. Padres y docentes somos los encargados de "dejar prendida la luz", de mantener las mentes "encendidas".
Parafraseando al padre de Mirco, cuando al inicio hablaba de "infección", mi deseo sería que ojalá este joven nos contagiara un poco.

  



La tarea del Ser Docente
Se nace, se crece, se desarrolla.
Se interesa, se educa, se forma.                                    
Se vive, se imagina, se sueña.
Se siente, se ama, se adora.
Se dice, se contradice, se perfecciona.
Se entrega, se ilumina, se enorgullece.
Se dedica, se esfuerza, se trabaja.
Se piensa, se mide, se equilibra.
Se tropieza, se cae, se levanta.
Se camina, se tuerce, se vuelve a encaminar.
Se dispone, se indaga, se reflexiona.
Se es con ellos y para ellos.
 “Era tan hombre y tan maestro, y tan poco profesor -el que profesa algo-, que su pensamiento estaba en continua y constante marcha, mejor aun, conocimiento... y es que no escribía lo ya pensado, sino que pensaba escribiendo como pensaba hablando, pensaba viviendo, que era su vida pensar y sentir y hacer pensar y sentir”. 
 Miguel de Unamuno
¿A qué llamamos enseñanza?
A eso de sentirse impotente ante la inmensidad.
A eso de querer aprenderlo todo en un instante,
cuando en realidad,
los años y la experiencia te ayudarán.
A eso que vulgarmente llamamos lámpara,
no es otra cosa que la luz que buscamos
para marcar un mañana.
A eso que en la vida te parece tan difícil
como desenmarañar una tela de araña,
son simplemente las vicisitudes
del hoy y el mañana.
A eso que mil y una vez haz tenido deseo de hacer,
como saltar al vacío, o atravesar un túnel encontrando al fin la luz,
no es otra cosa que el mañana querer ya ver.
A eso que a veces te agobia
como transitar una escalera sin fin,
queriendo encontrar un horizonte claro,
que te lleve a un final feliz.
A eso de aferrarte a tus antepasados
con ternura y rigidez,
no es otra cosa que querer traspasar de ellos
su experiencia, sabiduría, sin esperar la vejez.
A eso de querer enseñar a los niños
lo que sabemos los mayores,
no es otra cosa que intercambiar conocimientos
acaptando su reciprocidad.
A eso de querer armar nuestra tarea,
cual piezas de un rompecabezas,
descubriendo la llave que cierra el candado para unir una cadena,
no es otra cosa que estar en presencia
de una diversidad latente en las escuelas.
A eso de cultivarnos en forma amena
entre jugando, aprendiendo, compitiendo,
no es otra cosa que acercarnos día a día
al desafío del mundo tecnológico en el que nos desenvolvemos.
A eso de lo que nos formamos hasta llegar a ser adultos,
transitando caminos sinuosos,
aprendiendo de cada obstáculo
el resultado que no siempre esparábamos.
A todo esto le llamamos
tener capacidad para enseñar
y al mismo tiempo aprender.