En mi paso por las instituciones, ante la realización de esta etapa de residencia, reconozco que en ambas instancias pasé por los sentimientos de alegría y de incertidumbre, debido a la ansiedad de saber qué esperaban de mí.
Fue una experiencia muy satisfactoria, que me proporcionó muchos conocimientos con respecto al trabajo dentro del aula.
Desde un principio pude entablar diálogo con los alumnos, lo que me permitió conocer sus nombres, comportamientos y preferencias en el momento del trabajo.
Soy conciente de que debo haber cometido errores. Pero considero que la práctica es un proceso contínuo, que se va constituyendo mediante el análisis de la misma, preguntándonos sobre ella, buscando respuestas adecuadas y estrategias que respondan a las situaciones presentadas.
Con respecto a los conocimientos con los que llegué a esta etapa, sostengo que básicamente sabía el qué y el para qué enseñar; pero la mayor preocupación se me presentó en el cómo hacerlo.
A lo largo de este trayecto aprendí que el interés, el entusiasmo y la valoración que manifieste el docente por lo que enseña, será transmitido al alumno, y se constituirá en un factor motivador para el aprendizaje.
En cuanto a la relación con las docentes que ofrecieron su cátedra, estoy altamente agradecida con ellas, porque desde el primer día se pudo establecer un vínculo afectivo y profesional, que correspondió a la expectativa que tenía: que fueran una guía, compañera y mediadora entre los alumnos y yo. Ambas me brindaron comentarios justos, en los momentos adecuados.
Aprendí que el ser docente implica no sólo adquirir conocimientos y destrezas, sino que se contruye a partir de la práctica y la reflexión de la misma.



