¿A qué llamamos enseñanza?
A eso de sentirse impotente ante la inmensidad.
A eso de querer aprenderlo todo en un instante,
cuando en realidad,
los años y la experiencia te ayudarán.
A eso que vulgarmente llamamos lámpara,
no es otra cosa que la luz que buscamos
para marcar un mañana.
A eso que en la vida te parece tan difícil
como desenmarañar una tela de araña,
son simplemente las vicisitudes
del hoy y el mañana.
A eso que mil y una vez haz tenido deseo de hacer,
como saltar al vacío, o atravesar un túnel encontrando al fin la luz,
no es otra cosa que el mañana querer ya ver.
A eso que a veces te agobia
como transitar una escalera sin fin,
queriendo encontrar un horizonte claro,
que te lleve a un final feliz.
A eso de aferrarte a tus antepasados
con ternura y rigidez,
no es otra cosa que querer traspasar de ellos
su experiencia, sabiduría, sin esperar la vejez.
A eso de querer enseñar a los niños
lo que sabemos los mayores,
no es otra cosa que intercambiar conocimientos
acaptando su reciprocidad.
A eso de querer armar nuestra tarea,
cual piezas de un rompecabezas,
descubriendo la llave que cierra el candado para unir una cadena,
no es otra cosa que estar en presencia
de una diversidad latente en las escuelas.
A eso de cultivarnos en forma amena
entre jugando, aprendiendo, compitiendo,
no es otra cosa que acercarnos día a día
al desafío del mundo tecnológico en el que nos desenvolvemos.
A eso de lo que nos formamos hasta llegar a ser adultos,
transitando caminos sinuosos,
aprendiendo de cada obstáculo
el resultado que no siempre esparábamos.
A todo esto le llamamos
tener capacidad para enseñar
y al mismo tiempo aprender.

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