miércoles, 24 de noviembre de 2010

Mi paso por las Escuelas


Y llegó mi primer día de trabajo como ayudante...Cuántos nervios, cuánta incertidumbre por no saber cómo manejarme en colegios tan grandes, acostumbrada a instituciones más pequeñas, por pertenecer a un pueblo.
Descubrí que aunque se tratara de edificios donde entra y sale continuamente gente, cada uno de los miembros con los que me cruzaba me hacían sentir que pertenecía a esos espacios, que era uno más de ellos, y hasta como si me conocieran de toda la vida. Eso hacía que me desenvolviera con mayor facilidad.
Cada día que pasaba, agradecía a las docentes por el apoyo que me brindaban, por el lugar que me ofrecían y por hacer más fácil mis primeros pasos como docente.
Si bien los días tuvieron un clima muy agradable, mi ritmo cardíaco se aceleraba a medida que se acercaba el turno de mi presentación. Durante este recorrido me fui deshaciendo de la idea de obtener una receta para ser docente, al ver que la clase iba tomando distintos rumbos, según las necesidades de los alumnos. Igual pude observar que las estrategias más frecuentes que usaban los docentes en sus clases eran las explicaciones y los ejemplos.
A la hora de pensar en las actividades que debía desarrollar,  tenía en cuenta hacer atractiva la enseñanza, que no es un tema de herramienta, aun cuando las herramientas pueden posibilitar un tratamiento atractivo. Los contenidos debían ser desafiantes, vinculados con la vida e intereses de los jóvenes, tratados en situaciones lúdicas en los casos en que sea posible y, respetuoso de los tiempos que necesita el aprender.
Con todo esto en mi mente, llegó el momento crucial: la hora de dar clases.. imagínense cómo estaba, si  tan sólo sentía nervios en el momento de entrar al colegio. Pero los docentes me seguían inspirando aliento con la frase: “Quedate tranquila que va a salir bien. Todos pasamos por ésto”.
En ninguna de las dos experiencias observé problemas disciplinarios. Los alumnos de las dos instituciones fueron muy cordiales conmigo. Recuerdo que me decían: “Cuando vengan a evaluarla, nos vamos a portar muy bien”. Igualmente lo hacían siempre. Sus comportamientos eran intachables, salvo alguna broma que se hacían entre ellos, algo típico de adolescentes.
En cuanto a las estructuras de las clases, pude comprobar que la interacción es moderada, ya que tanto alumnos como docentes, tienen igual grado de participación en la clase; la actividad se distribuye equitativamente entre el maestro y el alumno.
Hay algo que descubrí en este año, un nuevo año muy significativo para mi formación, y es que  cada nuevo instituto, supone un reto. Un propósito de enmienda que pasa en primer lugar por mi misma: porque nadie tenemos el conocimiento supremo.

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